Un privilegio para unos pocos

Cuando el agua cae desde muchos metros de altura golpea su cuenca de dura piedra a la que ha ido desgastando para dibujar el viborear  de su camino, forjando así una maravilla de la naturaleza.

Primero el silencio, luego lenta y paulatinamente comienza a subir el volumen del chorro cayendo sobre la fuente, y cuando por fin llegas recibes ese especial y acogedor abrazo que solo la madre naturaleza nos puede dar.

Luego de muchos saltos y caídas el agua de la cañada por fin llega al final de su recorrido, allí la va recibir el bello arroyo para charlar de las historias recogidas. Siempre es bueno reposar antes de pasar a formar parte de otra vida. Que importante es tener un espacio donde te espera la tranquilidad.

Dos viejos amigos se conocen desde sus raíces, juntos han vivido mil historias. Dicen que conocieron a los Lavalleja y a un tal  Martín Aquino. Hoy bajo su sombra duermen los recuerdos de forasteros que pasaron y de otros que por algún tiempo se quedaron usando esa morada que hoy es tapera desarreglada. El fogón fiel testigo de lo vivido en el pasado, hoy es también promesa de  futuros y hermosos encuentros.

El arroyo Minas Viejas corre con su ruido jugando por momentos a las escondidas. Para quienes logren encontrarlo les reserva sus espacios que son un privilegio ocuparlos.

Este altar de las sierras fue el  de sigilosos vigías y guardianes encargados de dar aviso ante la inminente llegada de un extraño. Hoy continúa hipnotizando a cada uno de sus visitantes, quienes guardarán en sus retinas una de las mejores vistas del Uruguay.

Este maravilloso lugar nos eleva para mostrarnos cuál es la vista panorámica del águila en su vuelo. El horizonte se desdibuja y se pierde en el oleaje de las rocosas sierras. La mente viaja y el alma vuela sin ganas de volver a aterrizar.

Cuando el agua cae desde muchos metros de altura golpea su cuenca de dura piedra a la que ha ido desgastando para dibujar el viborear  de su camino, forjando así una maravilla de la naturaleza.

Primero el silencio, luego lenta y paulatinamente comienza a subir el volumen del chorro cayendo sobre la fuente, y cuando por fin llegas recibes ese especial y acogedor abrazo que solo la madre naturaleza nos puede dar.

Luego de muchos saltos y caídas el agua de la cañada por fin llega al final de su recorrido, allí la va recibir el bello arroyo para charlar de las historias recogidas. Siempre es bueno reposar antes de pasar a formar parte de otra vida. Que importante es tener un espacio donde te espera la tranquilidad.         

Dos viejos amigos se conocen desde sus raíces, juntos han vivido mil historias. Dicen que conocieron a los Lavalleja y a un tal  Martín Aquino. Hoy bajo su sombra duermen los recuerdos de forasteros que pasaron y de otros que por algún tiempo se quedaron usando esa morada que hoy es tapera desarreglada. El fogón fiel testigo de lo vivido en el pasado, hoy es también promesa de  futuros y hermosos encuentros.

El arroyo Minas Viejas corre con su ruido jugando por momentos a las escondidas. Para quienes logren encontrarlo les reserva sus espacios que son un privilegio ocuparlos.

Este altar de las sierras fue el  de sigilosos vigías y guardianes encargados de dar aviso ante la inminente llegada de un extraño. Hoy continúa hipnotizando a cada uno de sus visitantes, quienes guardarán en sus retinas una de las mejores vistas del Uruguay.

Este maravilloso lugar nos eleva para mostrarnos cuál es la vista panorámica del águila en su vuelo. El horizonte se desdibuja y se pierde en el oleaje de las rocosas sierras. La mente viaja y el alma vuela sin ganas de volver a aterrizar.